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¿Cómo es la jornada en un hato Llanero?

Muchos de nuestros lectores se preguntarán cómo es la vida en un hato ganadero, por eso

en este pequeño escrito vengo a comentarles cómo es un día a día en el llano. Este relato

les mostrará un poco a que se enfrentan los llaneros cada día y cómo estos hombres se las

han ingeniado para lograr sobrevivir en un ecosistema que no todos los días es amigable

con sus habitantes. Sin embargo, estas personas sienten un arraigo tan fuerte que pese a

sus condiciones, nunca abandonarían su tierra y sus costumbres.


El día empieza a las cuatro de la mañana, cuando el Mensual (Encargado de todas las

labores de la casa) se levanta y comienza su jornada, un duchazo frío y un guayoyito (café)

lo terminan de levantar. Los becerros lo esperan en el chiquero, junto a las vacas. Empieza

su labor ordeñándolas mientras les canta y las llama por el nombre. Luego de dejar su

producido en la cocina, se dispone a regar el maíz para los patos y las gallinas. Finalmente,

lleva la comida a los cerdos y se dispone a sus labores en sabana.


Son las cinco de la mañana. El caporal de sabana se levanta, ve a lo lejos que el Mensual

ya ha acabado con las vacas. Se dirige al tanque y a totumadas de agua fria se espanta el

sueño. Se dirige a la cocina y habla con los demás trabajadores mientras se toma un

guayoyito. Pregunta por las labores de los demás, y ordena las labores del día. Los

muchachos que trabajan en la cerca deben apresurarse para que los potreros queden

listos para recibir el ganado. Los muchachos que están cortando leña deben seguir así

porque la cocinera esta urguida. En cuanto a él necesita revisar los potreros y ver cómo

está el ganado.


El Mensual llega a la mesa y pregunta - ¿Echó las bestias (Equinos)? - El Caporal solo

asiente y le pega un sorbo largo al guayoyito. Mientras tanto el tractorista se levanta y va

a revisar la máquina, una revisión diaria es necesaria. El mensual se va a pie por el potrero

de las bestias, ve a su mula favorita y la enlaza con suma maestría, se monta en ella a pelo

y va a buscar a las demás. Mientras tanto la muchachada se reúne en la caballeriza. Entre

risas y juegos, alistan las monturas y sus sogas. – Usted va a montar al potrón alazano a

ver si lo vuelve sacudir contra el piso - - ¡La pija! Yo a ese bicho no me le monto – son los

comentarios que se escuchan de fondo.


Cada uno amarra y ensilla, por el clima determinan si llevan caucho (impermeable) o no,

se miran los unos a los otros y esperan el sonido del desayuno. Una campana o una voz

retumba desde adentro. Rápidamente la tropa vuelve al comedor. Son las seis de la

mañana…


(Continuará)


José Nicolás García Oros

Politólogo.

Un llanero de ¾ de pata al suelo

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