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LA ESPERANZA REGIONAL

Danilo Castro


Colombia se encuentra inmersa en un momento de malestar y descontento social que tal vez jamás se había imaginado. Por todo el país la gente asiste a marchas, desafiando las recomendaciones de salubridad y exponiéndose a un posible contagio debido a las aglomeraciones, prefieren elevar su voz de protesta ante la realidad que enfrenta el país de a pie.


Es algo sui géneris lo que pasa hoy en día en Colombia. Por un lado, postales de marchas masivas, espontáneas, pacíficas y populares donde la población expresa su inconformismo y su rechazo a la reforma tributaria y en general, a una profundización del modelo neoliberal incluso en momentos de hambre y desesperanza como los que estamos atravesando. Por otro lado, el miedo a la institucionalidad que confunde autoridad con represión, y legitimidad con comités de aplausos desplegados desde los medios de comunicación.


Los colombianos han aprendido de los movimientos ciudadanos que a lo largo y ancho del globo se han erigido para demandar cambios en sus países y maneras de actuar en medio de la coyuntura. Algunos ejemplos son aquellas imágenes lejanas de las primaveras árabes, donde la gente comprendió el valor inmenso de comunicación que albergan las redes sociales, también la importancia de no abandonar al otro y ayudarlo a expresar su clamor como hicieron los chilenos, a resistir la represión como en Hong Kong, exponer que el actuar de la policía no corresponde con su misión de proteger a la gente sin distinción de su color de piel como en Estados Unidos, situación que originó las multitudinarias marchas de Black Lives Matter. El exceso de fuerza en Colombia revela situaciones de violencia desproporcionada contra la gente que pacíficamente protesta mientras que los “vándalos” no son capturados y campan a sus anchas.


Colombia logró aglutinar todo el malestar social, toda la inconformidad y el anhelo de cambio, al tiempo que el gobierno y la institucionalidad, atónita, recurre a la represión e intenta desinformar sobre lo que está pasando. Es increíble notar no sólo imparcialidad sino voluntad verdadera por informar en los medios internacionales, mientras los nacionales se enfocan en otros asuntos, como el desabastecimiento, los vidrios rotos, las paredes pintadas o las infantiles justificaciones de policías heridos con palos y piedras para justificar el accionar de armas de fuego contra los manifestantes.


Sin embargo, Colombia hoy es el mundo entero, y el mundo condena el torpe accionar acompañado de violaciones de los derechos humanos que, de repente, han igualado al gobierno Duque con aquellos regímenes dictatoriales que con tanto ahínco denuncia. A pesar de la desazón que significa ver que los medios de comunicación no sólo no son imparciales, sino que condenan al ciudadano que reclama sus derechos, hay aspectos para destacar y que han de ayudar a soñar la Colombia del futuro.


De manera increíble, y sin responder a un mando unificado, el Paro Nacional ha logrado unir a Colombia a partir de aquello que siempre se ha instruido como el origen de los males nacionales, ser un país de regiones y de regionalismos. Precisamente, estas dos condiciones demuestran que el centralismo está llamado a ser superado, y que el camino a recorrer yace en la esencia de la constitución de 1991.


Como país de regiones, cada lugar de Colombia parece ser un mundo diferente, y en cada uno de estos se muestra una lucha común por un país mejor. Esta vez, se siente el desabastecimiento de forma más profusa y rápida debido al cierre del puerto de Buenaventura y el bloqueo de la vía al mar. De la misma forma, el bloqueo de la vía Bogotá-Villavicencio no solo ha contribuido al desabastecimiento, sino que expone la rabia contenida que es tener que pagar los peajes más costosos del país. En la medida que se hurga más y más en las redes sociales, se encuentran postales de manifestaciones en las vías, en las grandes ciudades, e incluso en los pueblitos, porque esto se trata de un espontáneo sentimiento colectivo por exigir un cambio.


Irónicamente, esta masiva y orgánica respuesta de la gente no ha podido ser vinculada tampoco con infiltraciones subversivas. El país de regiones es a la vez un país urbano que hoy responde a la voluntad de cambio partiendo de la organización que brinda el contacto ciudadano, y dejando atrás el viejo orden y status quo que ha caracterizado al país desde la década de los 40.


Es en este punto donde el espíritu de la Constitución del 91 brinda las posibilidades reales de avanzar como país, cristalizar un cambio y construir un futuro mejor para todos. El reconocimiento que hace de Colombia no sólo un Estado social de derecho, sino un Estado pluriétnico y multicultural avanza en el sentido de reconocer el carácter regional que la identifica, y que en estos días está siendo expuesto de forma abierta.


Gestos de solidaridad, como el reconocimiento a la labor del personal de salud, o el abastecimiento a las ollas comunitarias alrededor de las cuales se congrega la gente, la ofrenda de quesos y frutas por parte de los campesinos hacia los viajeros como muestra de disculparse por las molestias generadas por los bloqueos, representan pequeños pero fructíferos ejemplos de que los colombianos anhelan cambios en el marco de acciones pacíficas.


Acciones que han sido visibilizadas a nivel internacional y con las cuales, en otros países destacan el temple del colombiano de a pie frente a la desmedida respuesta del gobierno, claramente desconectado de la realidad. Creer que una docena de huevos cuesta 1800 pesos es concordante con la irracional creencia de que la clase media soporta más impuestos.

Finalmente, como manifestaba el maestro Orlando Fals Borda quien era firme creyente de la voluntad pacífica pero sostenida del carácter regional del colombiano, el aprendizaje es largo, es doloroso, pero muestra un camino, donde los colombianos unidos serán capaces de construir finalmente la nación que sueñan, anhelan, y en la que merecen vivir en paz.


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1 opmerking


alejomorasu
11 jun. 2021

Buena. Muy buena. Protesta, periodismo y necesidad de reconocer las regiones.

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