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Tradición oral: la memoria del Llano

John Edwin López Suárez 1

Sobre memorias y voces se teje el alma llanera, una cultura dotada de libertad.

Los llaneros —portadores de costumbres, creencias y tradiciones—

perpetúan sus conocimientos ancestrales por medio de la tradición oral. Las

diferentes manifestaciones de tradición oral (mitos, leyendas, prosas, coplas,

canciones, dichos, romances) tienen como vehículo el lenguaje hablado 2 ,

propiedad que hace al texto oral más dinámico en relación con la escritura. Esto

se da en la medida en que el habla propicia ajustes de lenguaje y de temporalidad,

en contraste con la fiel reproducción de los acontecimientos que se da en los

textos escritos.


En la memoria oral de los orinoquenses encontramos mitos, leyendas,

rituales, cuentos populares y supersticiones, narraciones usualmente foráneas

que se configuran en función de la identidad llanera. Por un lado, son narraciones

que acaecen en la llanura, el espacio geográfico por excelencia de la Orinoquia 3 y,

por otra parte, la jerga llanera hace de estas narraciones algo local y cotidiano.

La cultura oral llanera experimenta transformaciones. Las habilidades e

intenciones narrativas son responsables de un puñado de versiones de una misma

narración dentro del mismo Llano 4 . Por ejemplo, la Bola de Fuego (personaje de

una leyenda llanera) aparece en algunas versiones como una mujer que asesinó a

su esposo y en otras como una mujer que asesinó a su madre. Más allá de las

múltiples versiones que se originan a partir de las modificaciones, supresiones y

añadidos, la literatura popular es similar en diferentes sociedades incomunicadas.


 

1 Estudiante de Física y Filosofía de la Universidad de los Andes. Contacto: je.lopez14@uniandes.edu.co

2 Roldán, H., Burgos Luis., Baquero, C., Amalia, R., y Valencia, F. (1998). La escuela en la tradición oral. In Lenguaje, literatura y educación. Bogotá.: Plaza & Janés.

3 Romero, M. (1998). Colombia: Orinoco (1 a ed.; C. Domínguez, ed.). Bogotá.: Fondo para la Protección del Medio Ambiente.

4 Salazar, C. (2014). Antropología de las creencias: religión, simbolismo, irracionalidad (1. ed.). Barcelona.: Fragmenta Editorial.


 

MITOS


El término mito suele usarse indistintamente con el de leyenda. Pese a ello, el mito

es una narración sacralizada de acontecimientos inverosímiles que surge de una

reflexión no fenomenológica sobre una realidad primigenia 5 ; es decir, el mito

explica el origen de algo inmemorial sin atender a la prueba del método científico.

El autor del mito se disipa con el paso del tiempo, razón por la que los mitos

llaneros terminaron siendo patrimonio de todos los llaneros y, aunque algunos

mitos son reproducciones adquiridas de la cultura española en la conquista o

fueron introducidos por los esclavos africanos 6 , poseen un valor inherente a la

idiosincrasia orinoquense.


Los Cuibas, un pueblo indígena que habita entre los ríos Arauca, Casanare

y Meta, relacionan la creación con la figura de Namón: un hombre que se crea por

sí solo. Uno de los mitos en torno a esta figura personifica el origen del fuego. Este

mito describe a Namón como un joven que decide ir hasta el sol para robarle algo

de luz. En su recorrido se encuentra con una red de árboles que obstaculizan su

paso, por lo que ata el extremo de una cuerda a una flecha y la dispara al árbol

más alto para subir allí. Seguidamente, emplea como alas a dos varitas que lleva

consigo, pero en lugar de volar termina cayendo en un territorio de enormes boas.

Luego de clavarle un cuchillo a una de las boas dispara una nueva flecha para

escapar como lo había hecho antes. Finalmente, llega al sol y obtiene un poco de

fuego. Esta es la forma en la que los Cuibas conocen y dominan el fuego.


Otro mito llanero narra el origen de las lluvias. Bigidima era un hombre que

se encontraba recogiendo agua en el río para regar un sembrado. En el instante

que estaba sacando el agua saltó un pez de las profundidades del río y Bigidima

clavó la punta de su lanza en el cuello del animal. Desde entonces, cada vez que

hay lluvias es debido a que el pez sopla agua por el orificio que le hizo la lanza.

El contenido de los mitos se considera veraz; no de manera literal, sino a modo de

interpretación figurada. Así, en los dos mitos anteriores Namón y Bigidima son

representaciones (pueden ser de carácter animado o inanimado) de un origen


 

5 Benavides, L., Valdez, A., A, M., y Yarisma, S. (1992). Por los caminos del Llano a través de su historia (A. de H. de Arauca, ed.). Tunja.: UPTC.

6 Salazar, I. (1990). Mitos y mensajes. Medellín.: Grafoprint.


 

desconocido de dos fenómenos naturales: el fuego y la lluvia. Por consiguiente,

los mitos son simbólicos, no literales, y la comprensión se configura a partir de los

contenidos mentales de los interpretadores.


LEYENDAS


A diferencia de los mitos, las leyendas pueden falsearse o verificarse en

una realidad externa a la propia narración. Las leyendas no poseen el carácter

sacro que caracteriza a los rituales, a los mitos y a las cosmologías 7 , debido a que

únicamente se interesan en reflejar los valores aceptados en un grupo social por

medio de experiencias colectivas. Dado que la leyenda es una narración que

refleja valores, en ella se transmite una enseñanza moral de tipo pragmático,

cognitivo y tímico 8 . En la leyenda El Silbón, por ejemplo, la enseñanza moral es de

tipo pragmático, no ser codicioso; de tipo cognitivo, todo mal tiene su castigo; y de

tipo tímico, se debe sentir terror frente al mal. El Silbón fue un hombre que

motivado por la ambición decidió hacerse de una gran fortuna. Para conseguir su

propósito mató a un sinnúmero de personas; en cuanto a cada asesinato, le

anunciaba la muerte a la persona con un estremecedor silbido. Una noche el

hombre es atraído por el silbido del diablo y termina muriendo. Tras su muerte

miles de llaneros aseguran que en las noches sin luna un ‘hombre’ emite un silbido

estruendoso que aterroriza a quien lo escucha.


Juan Machete es una leyenda llanera con la misma enseñanza moral de El

Silbón. Juan Francisco Ortiz era un hombre de La Macarena (Meta) que hizo un

pacto con el diablo. Pacto que consistió en hacerlo el hombre más rico de la región

a cambio de su alma y de las almas de su familia, para ello tuvo que coserles los

ojos a una gallina y a un sapo y luego enterrarlos vivos un Viernes Santo a media

noche. Con el tiempo la fortuna que Juan Machete había adquirido en el pacto con

el diablo fue desapareciendo. Entonces, antes de morir él decidió enterrar el

dinero que aún le quedaba. Desde ese día el espíritu de Juan Machete deambula


 

7 Salazar, C. (2014b). Antropología de las creencias: religión, simbolismo, irracionalidad (1. ed.). Barcelona.: Fragmenta Editorial.

8 Romero, M. (1998a). Colombia: Orinoco (1 a ed.; C. Domínguez, ed.). Bogotá.: Fondo para la Protección del Medio Ambiente.


 

vomitando fuego cerca de donde se enterró el dinero. Su intención es que nadie

desentierre dicho dinero.


La gente asevera vivencias que involucran a estos personajes. Los

personajes como El Silbón y Juan Machete vagan por los Llanos Orientales para

recordar que los malos comportamientos tienen castigo y, por ende, se deben

evitar. Las dos leyendas desencadenan en acontecimientos trágicos como

consecuencia de la codicia. Los espantos conseguirán descansar solo cuando se

hayan despojado de sus penas, las cuales deben pagar incluso tras la muerte.

La mujer es una imagen muy frecuente en las leyendas del llano

colombiano como símbolo de muerte y castigo. «En la sociedad mestiza […] el

sometimiento de la mujer a través de la violencia sexual debió haber tenido como

respuesta inmediata el infanticidio» 9 , razón por la cual el infanticidio está presente

en leyendas como La Llorona (originada en México). Una de las versiones acerca

de La Llorona la describe como el espanto de una mujer que mató a su hijo porque

lloraba a causa de una enfermedad que padecía. Después de la muerte de la

mujer, Dios la condenó a llorar hasta que encontrara todos los huesos de su hijo.

Solamente le falta encontrar la falange del dedo meñique de la mano derecha.

El sufrimiento de la mujer solía inducirse y debía ser aceptarlo. Muchas

culturas consideraban que la mujer nació para sufrir y creían que el sufrimiento

aseguraba la salvación social 10 . La Candileja (o Bola de Fuego) es el espíritu de

una mujer que deambula por los Llanos como condena por haber malcriado a sus

nietos. La Candileja se manifiesta en forma de bola ígnea y las personas dicen

que dada su aparición se deben proferir groserías para que se aleje, de lo

contrario terminará quemando a la persona.


Otra de las leyendas conocidas en la Orinoquia es El Silbador, usualmente

confundida con El Silbón. El Silbador es un personaje que no solamente porta un

mensaje moral, sino que también tiene la capacidad de prever la muerte de


 

9 Palma, M. (1992). La mujer es puro cuento: simbólica mítico-religiosa de la feminidad aborigen y mestiza (2a ed.). Bogotá.: Indigo Ediciones.

10 Palma, M. (1992a). La mujer es puro cuento: simbólica mítico-religiosa de la feminidad aborigen y mestiza (2a ed.). Bogotá.: Indigo Ediciones.


 

alguien. Es el espíritu de un hombre delgado y alto (mide aproximadamente seis

metros) que carga un costal lleno de huesos. Se trataba de un hombre que tras

padecer hambre mató al papá y se le comió las vísceras. También se dice que fue

un hombre parrandero y mujeriego que murió en soledad y busca la compañía de

alguien que cabalgue solitario en las noches; hay quienes dicen que persigue

mujeres embarazadas. Emite un fuerte silbido y se cree que cuando el silbido es

agudo va a morir una mujer y que cuando el silbido es ‘grueso’ va a morir un

hombre.


RITUALES


El ritual es el acto simbólico por antonomasia. Tiene una finalidad expresiva

que a menudo se asocia con nociones de carácter religioso o sobrenatural 11 y se

presenta como acciones especiales relacionadas con las creencias, por lo que no

es propiamente una narración. Aun así, pertenece a la tradición oral junto con las

supersticiones, las canciones, las trovas y demás.

Los rituales llaneros son en su mayoría una herencia española, otros tienen

influencia indígena o africana. Con ellos el llanero busca retrotraer las costumbres

ancestrales que actualizan las recomendaciones, prohibiciones o exhortaciones de

sus antepasados y pedir la realización de favores especiales 12 . El velorio del

angelito, costumbre hereda de los españoles, es un funeral de un bebé o de un

infante en el que se realiza una festividad para que con la música el ‘angelito’ suba

al cielo y no quede penando en la tierra. Por otra parte, en el baile a San Juan

Pascual Bailón el oferente debe bailar toda la noche para que se realice un favor

requerido. En la actualidad estos rituales tienden cada vez más a desaparecer

para ser reemplazados por costumbres más citadinas 13 como consecuencia del

aumento de la población urbana.


 

11 Salazar, C. (2014c). Antropología de las creencias: religión, simbolismo, irracionalidad (1. ed.). Barcelona.:

Fragmenta Editorial.

12 Romero, M. (1998b). Colombia: Orinoco (1 a ed.; C. Domínguez, ed.). Bogotá.: Fondo para la Protección del Medio Ambiente.

13 Romero, M. (1998c). Colombia: Orinoco (1 a ed.; C. Domínguez, ed.). Bogotá.: Fondo para la Protección del Medio Ambiente.


 

CUENTOS POPULARES


Los cuentos populares son en esencia narraciones tradicionales carentes

de petulancia. El interés es ante todo narrativo y de carácter anecdótico, ajenos a

postulados filosóficos o reflexiones catedráticas 14 . Aun así, en los cuentos

populares suele ir implícita una moraleja.


Los cuentos populares son usualmente ficticios, en el Llano algunos son de

creación indígena. En los sikuani nació un cuento denominado Momobi: este era

un joven cazador de tapires que vivía en una población en la que los hombres

estaban aislados de las mujeres. De un momento a otro, la jaula que usaba para la

caza comenzó a aparecer vacía, así que decidió esconderse para descubrir quien

le robaba el producto de su labor. Al abalanzarse sobre el ladrón se dio cuenta

que se trataba de una mujer. Ella le confesó que abría la jaula para llamar su

atención, debido a que pretendía llevarlo adonde vivía, un lugar habitado

solamente por mujeres. La mujer, que se llamaba Itama, se convirtió en tapir y

convirtió al joven en garrapata, de esta manera podrían viajar sin ser descubiertos.

Cuando pasaban por unas tierras desconocidas una tribu capturó al tapir y, tras

caer en una trampa, murió instantáneamente. La garrapata llegó a la maloca de la

tribu que había capturado a Itama, allí encontró a la hija del cacique cosiendo una

canasta, se posó en el hombro de la mujer y le narró la historia. La mujer le

prometió guardar la revelación y le concedió vivir con ella para siempre.

El rey de los pescados es otro cuento sikuani. Kunku era un anciano que

vivía solo en una cabaña a las orillas del río Vichada pues había sido expulsado

de su tribu quienes pensaban que ya no servía para nada. En aquel pueblo la

gente se estaba muriendo de hambre: Munuami, el rey de los pescados, no

permitía la pesca y se aparecía frente a los pescadores en forma de canoa, de

hombre gigante o de pez para asesinarlos. El anciano, que se dio cuenta de lo que

pasaba en el pueblo, quiso demostrar que todavía era útil. Una mañana salió a

pescar en una canoa que construyó. Cuando Munuami vio la sombra de la canoa

se lanzó sobre ella convertido en un gigantesco hombre, pero Kunku logró escapar

gracias a que era buen nadador desde joven. El anciano notó que Munuami se


 

14 Solórzano, L. (1990). Mitología y creencias populares de Colombia. Bogotá.: ECOE.


 

frotaba las rodillas y mirándolo fijamente descubrió que no tenía los ojos en la

cara, sino en las rodillas. Al día siguiente volvió a pescar con otra canoa que

construyó. Munuami de nuevo se convirtió en un enorme hombre y se lanzó sobre

la canoa, pero Kunku le clavó una lanza en una de las rodillas. El anciano capturó

al enorme hombre y lo llevó al poblado. Cuando los sikuani vieron a Kunku con el

rey de los pescados amarrado quedaron avergonzados por haberlo expulsado de

la comunidad. Lo reincorporaron y le hicieron un homenaje.


SUPERSTICIONES


Las supersticiones (comúnmente conocidas como agüeros) son acciones o

señales que presagian acontecimientos favorables o adversos; verbigracia, la

costumbre de ‘rezar’ el ganado o los cultivos supone curas contra dolencias,

plagas y enfermedades. Las supersticiones no solamente están arraigadas en la

mentalidad del llanero rural, conuquero [cultivador] y colono, también están

presentes en el llanero citadino 15 .


La Orinoquia comparte algunas supersticiones con diferentes regiones

colombianas. Si bien algunas creencias nacen en el Llano como consecuencia de

animismo 16 y de la innata necesidad de explicar fenómenos, en el imaginario

colectivo colombiano se comparten supersticiones que son procedentes de

Europa, Asia y África. Son supersticiones llaneras creer que ponerse la ropa al

revés evita maleficios; al caballo se le conoce la edad por los colmillos y las

arrugas en la trompa; el diablo monta por el lado derecho de los caballos; el

‘ayudao’ (huesos tostados de gato negro en una bolsa de piel de sapo) es un

amuleto para los negocios y los juegos; la ‘oración de las doce palabras’ conjura

tormentas, temblores e inundaciones; el aullido de los perros vaticina la muerte de

alguien; las mujeres recién casadas se ponen los calzones al revés para que las

solteronas y las envidiosas no eviten que tengan relaciones con el esposo; cuando

se cae un cuchillo llega la visita de un hombre y cuando se cae una cuchara llega

la visita de una mujer.


 

15 Salazar, I. (1990b). Mitos y mensajes. Medellín.: Grafoprint.

16 Creencia en la que se atribuye alma y autoconciencia a todos los seres y fenómenos de la naturaleza.


 

La tradición oral revive la conciencia del pasado. En la palabra está

consignado el carácter eterno del llanero: ágil, generoso, intrépido, leal,

respetuoso…, hábil cazador, experto nadador y notable jinete 17 . Una identidad que

pierde connotaciones si no se difunde con la oralidad, puesto que el texto escrito

se puede perpetuar, mas no convive con el pueblo. Hoy el relato tradicional se

está quedando sin auditorio, porque la presencia de los medios de comunicación

masiva ha ido suplantando lenta pero inexorablemente la tradición oral 18 ; a causa

de que estas plataformas dan poca trascendencia y credibilidad a los relatos

consignados en esta narrativa. Para algunos la tradición oral es una amalgama de

representaciones alegóricas, pero para otros es un refugio que preserva la

identidad del Llano: en los mitos se conservan inquietudes, en las leyendas,

códigos éticos, en las supersticiones, saberes. En suma, al desvirtuar la tradición

oral, se pierde una parte de la historia llanera.


 

17 Solórzano, L. (1990a). Mitología y creencias populares de Colombia. Bogotá.: ECOE.

18 Romero, M. (1998d). Colombia: Orinoco (1 a ed.; C. Domínguez, ed.). Bogotá.: Fondo para la Protección del Medio Ambiente a Ministerio de Cultura de Colombia. (s.f.). Colombia cultural. Bogotá, Colombia: Sistema Nacional de Información Cultural. Recuperado de:


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